Las lecciones que nos deja la tragedia de Chile
Víctor Alberto Robles Sosa (*)
Son varias las lecciones que nos ha dejado la terrible experiencia del terremoto en Chile, enseñanzas que debemos entender para emular sus aciertos y evitar sus yerros cuando nos toque vivir una tragedia similar, que inevitablemente llegará por ser el Perú un país sísmico.
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En primer lugar el liderazgo de su presidenta, Michelle Bachelet, quien de inmediato se puso al frente de la respuesta del Estado a la catástrofe. El mismo día de la tragedia Bachelet se trasladó a la zona siniestrada para ver in situ la magnitud del desastre y las necesidades de la gente.
Qué diferencia con la ausencia de liderazgo que se siente en el Perú cuando ocurren hechos como las inundaciones en la sierra, el terremoto que remeció el sur chico, o las periódicas matanzas terroristas en Ayacucho. Chile también nos ha enseñado cómo reacciona un Estado eficiente y bien organizado al pedirle al resto del mundo que no enviara ayuda hasta conocer qué clase de apoyo externo iban a requerir los damnificados. El sistema chileno de respuesta a las catástrofes ha respondido tal vez con alguna lentitud en unos casos, pero sí son eficacia llevando agua, abrigo, alimentos, medicamentos, asistencia sanitaria y carpas a los damnificados. A pesar de la enorme cantidad de afectados (dos millones de personas), la presidenta Bachelet ha señalado que Chile tiene la cantidad suficiente de alimentos y demás ayuda urgente necesaria para atender la emergencia. Cuando nosotros sufrimos el terremoto de Ica y Pisco, los almacenes de Defensa Civil estaban casi vacíos. La ayuda internacional fue abundante, pero apenas llegó a los damnificados por la ineficiencia del Estado. Han pasado más de dos años y miles de afectados siguen viviendo en un abandono total. En cuanto a los yerros, en Chile falló el sistema de alerta de tsunamis, un error que costó vidas y destrucción en varias poblaciones litorales que fueron arrasadas por grandes olas que provocó el sismo. Lo mismo sucedió en Pisco pero no aprendimos la lección. El Instituto Geofísico del Perú (IGP) no pudo alertar aquel tsunami porque la red telefónica colapsó con el terremoto. Por ello le recomendó al gobierno actual que compre con urgencia una red satelital para que no se repita la tragedia. Como si fuese una iniciativa suya, el presidente Alan García acaba de anunciar que su gobierno ha autorizado la compra de dicho sistema. El jefe del Estado hizo el anuncio tras retornar de Chile, a donde viajó llevando ayuda. Bueno el gesto presidencial, pero los peruanos queremos que asuma esa misma iniciativa cada vez que se producen catástrofes en nuestro país. Al parecer un mal asesor le ha aconsejado que, por el bien de su imagen, evite aparecer cuando haya catástrofes o desgracias que lamentar en el país. La política La política no podía estar ausente de la tragedia que vive Chile, por ello hemos visto y escuchado en estos días a oportunistas que han soltado afirmaciones falaces buscando jalar agua para los molinos izquierdistas. Por cierto, los oportunistas han obviado comentar la respuesta inmediata y eficiente del Estado chileno a la tragedia. Tampoco han analizado las causas estructurales que han determinado que en Chile hayan muerto apenas 452 personas frente a 350 mil fallecidos en Haití, pese a que el terremoto sureño ha sido cinco veces más fuerte que el que arrasó a la nación caribeña. En cambio sí han comentado mucho, y con enorme frivolidad intelectual, los saqueos registrados en Concepción y Talcahuano tras el sismo, atribuyendo este hecho, ¡cuándo no!, a causas “sociales”. Han dicho, por ejemplo, que los vándalos protagonistas de la rapiña son producto de la “desigualdad enorme y de la pobreza que subsiste en la sociedad chilena detrás de la imagen de éxito y progreso que proyecta Chile”. El psicoanalista caviar Jorge Bruce declaró para la televisión que es comprensible que los pobres saqueen tiendas cuando se les presenta la oportunidad de hacerse fácilmente de un televisor plasma. ¿Debemos entender que él lo habría hecho siendo pobre? Miserable concepto que tiene este “analista” acerca de los pobres. Los pobres, señor Bruce, no son delincuentes en potencia como usted cree. La mayoría de ellos son personas con valores que al parecer usted no comprende. Por lo demás, ¿cómo le consta que han sido solo pobres los saqueadores? La ignorancia es atrevida. El vandalismo es un problema recurrente en todas las sociedades del mundo cada vez que ocurre un desastre, lo vimos en Nueva Orleans tras el huracán Katrina, en Pisco tras el terremoto, y lo acabamos de ver en Concepción y Talcahuano. Por eso las naciones desarrolladas movilizan de inmediato a sus tropas cada vez que se produce una catástrofe natural para proteger a los ciudadanos del pillaje. En Estados Unidos esta tarea la cumple una fuerza especial llamada la Guardia Nacional. En la televisión privada chilena la principal queja de los ciudadanos de las localidades saqueadas ha sido justamente la demora del gobierno en movilizar a las tropas. Esta es otra lección que debemos tomar nota. Aunque a los izquierdistas les de “soroche” en la playa, lo cierto es que de no haber sido por el desarrollo alcanzado por Chile gracias a su economía de libre mercado, ese país tal vez hubiera sido devastado por el cataclismo. En lo que respecta al Perú, la ocasión es oportuna para que se inicie un debate sobre la propuesta del ministro Rafael Rey para integrar el Sistema de Defensa Civil al ministerio de Defensa, en vista de que ese organismo ha demostrado incapacidad para enfrentar las catástrofes naturales. Hay un error de concepción en el sistema. La defensa del país ante los desastres no es solo “civil”, es tarea de todos, de civiles y militares, es un tema de seguridad nacional que debe ser encarado de manera integral, con una visión moderna y, sobre todo, con liderazgo nacional. Veremos si el presidente García asume esta vez el rol que le corresponde frente a los problemas más importantes del país y lidera al menos esta reforma indispensable para la seguridad de los peruanos. (*) Periodista y director ejecutivo del Instituto Paz, Democracia y Desarrollo (IPADES).
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